María Elena Delgado

“Cuando se pierde el respeto dentro de la casa, comienza el camino de la violencia”

María Elena Delgado ha perdido a tres hijos: Erasmo, Norka y Wilmer, entre 1999 y 2008

Recuerdo a mis hijos todos los días. Preparo la misma cantidad de arepas que hacía cuando estaban vivos. No me he ido de casa porque cada vez que cruzo la puerta de entrada, me acuerdo del día en que me mataron a cada uno. Es más difícil llevar el luto así, pero lo peor es pensar que uno tuvo a sus hijos en un sitio, los vio crecer allí, los vio morir allí, y luego te tienes que resignar a irte sin ayudar a la comunidad para que eso no les pase a otros muchachos del barrio. Eso es lo más difícil de todo. Por eso me quedé, para que los muchachos que están vivos no terminen como mis hijos. No le echo la culpa a nadie, pero algunas madres no estamos educadas para serlo, porque no sabemos darle la formación necesaria a nuestros hijos. Uno no puede complacer a un hijo que te grita. Cuando se pierde el respeto dentro de la casa, comienza el camino de la violencia.

Fotografía: Liliana de la Cruz

Elbira

“Todavía mi nieto extraña a su papá”

Elbira Barrios perdió a su hijo Óscar José (21 años) en 2009.

Óscar José era una maravilla como papá. Mi nieto todavía lo extraña, dice que su papá no está muerto y que pronto volverá para que estemos todos juntos otra vez. Desde que mi hijo murió, le echo pichón a la vida con mi tristeza por dentro. Mis otros hijos me han dado fuerza y mis hermanas también. Siempre estoy entretenida jugando con mis nietos, no puedo estar sin hacer nada, evito estar pensando en él. Cuando conozco a otras madres a las que les ha pasado lo mismo que a mí, les digo que sean fuertes. Este dolor es lo más fuerte que le puede poner Dios a uno en la vida.

Fotografía: Leo Ramírez

Dora

“Todavía le preparo el café y se lo pongo en la mesa”

Dora Valera perdió a su hijo Gustavo (19 años), en 2008

Gustavo era mi bebé, mi hijo menor. Aunque él tuviera su propio hijo, para mí él seguía siendo mi bebé. Uno puede tener seis hijos, pero cada uno tiene su lugar. El día que lo mataron le preparé avena y tostones de desayuno, pero salió antes de comer y no regresó. Desde ese momento mi vida ha sido muy fuerte. Mi hijo era feliz porque tenía un hijo que adoraba; pero después de que murió el niño no está igual. Me acuerdo de cuando llegaba en las mañanas a tomar café. Le preparo el café y se lo pongo allí. No sé si eso esté mal, pero al menos me hace sentir como si él siguiera allí. Sigo denunciando porque las autoridades deben hacer algo. Antes se moría alguien y uno se asombraba; ahora es algo normal.

Fotografía: Elisa Cardona

Dilcia

“Recuerdo a mi hijo como si estuviera de viaje”

Dilcia Orlanda Mendoza perdió a su hijo Carlos Alberto (19 años) en el 2006.

Proyecto Esperanza. Retrato de Dilcia Mendoza, madre y víctima secundaria de la violencia por la muerte de su hijo. Sede de COFAVIC. Caracas 08-09-2011

Mi hijo soñaba con estudiar Criminología y ser funcionario policial. Murió el día que estaba arreglando sus papeles para hacer el curso de agente patrullero.Lo mataron como a un delincuente. Si mi hijo hubiera sido un tipo malo, yo no daría la cara por él; pero era un muchacho responsable, sano. El único día que faltó al trabajo, lo mataron. A veces estoy en la casa, y me llega el olor de su perfume. Su gran ilusión era ahorrar para irse a vivir a Nueva York. Por eso, recuerdo a mi hijo como si estuviera de viaje.

Fotografía: Ramón Lepage

Dayana

“Esto hay que vivirlo para entenderlo”

Dayana Suárez perdió a su hijo *Gustavo (18 años) en 2000.

A mi hijo le gustaba jugar básquet con un equipo que había en el liceo donde estaba. Antes de saber que había muerto, estaba sentada hablando con una comadre y sentí un dolor fuerte, algo extraño, me puse muy nerviosa. En ese momento me llamó mi sobrina para decirme que estaba muerto. Tengo otros tres hijos y cinco nietos. Él dejó un hijo que tenía ocho días de nacido cuando falleció su papá. Son los niños los que me dan esperanzas porque nos alegran la vida. Son tan tremendos que a uno no le da ni tiempo de pensar cosas malas. Por eso mi familia fue fundamental, entre todos me ayudaron a salir de esto.

Fotografía: Roberto Mata

Clara

“La desaparición de un hijo te desgarra”

Clara Rojas perdió a su hijo *Alfredo (17 años) en 2007.

Sigo viendo a mi hijo en cada momento y en todas partes. Rezo el rosario todos los días y le pido a Dios que no nos quiten más hijos a las madres. El hijo mayor o menor, el mala conducta… sea como sea, es el hijo. Por eso todas tenemos derecho a llorar a nuestros hijos y a defenderlos. Tenemos que intentar ayudarnos a superar el dolor que nos causa en las entrañas cuando nos quitan a un hijo de las manos. La desaparición de un hijo te desgarra. Pero las mujeres somos tan fuertes que seguimos adelante. Aunque sea arrastrándonos pero nunca decaemos porque nuestras familias nos necesitan.

Fotografía:  Elisa Cardona:

Cila

“La violencia y la delincuencia nos están costando muy caras”

Cila Romero perdió a sus hijos Manuel (25 años) y Jaime (47 años), y a su nieto Anthony Daniel, entre 2004 y 2011.

He hablado mucho con gente de mi comunidad, de mi familia, sobre cómo tenemos que luchar y denunciar para que esto no siga pasando. No nos podemos quedar callados, porque la violencia y la delincuencia nos están costando muy  caras. Yo he perdido ya dos hijos y un nieto. Después de perder a dos hijos, tengo que ver que mi hija pierda uno de los suyos. Es muy duro. Le doy consuelo, le digo que tiene que pensar en su otra hija y superar esa tristeza. Eso fue lo que yo hice cuando me tocó. Pensar en mis otros hijos, en mis nietos, y en seguir luchando para que lo que me ha pasado no le pase a nadie más.

Fotografía: Nelson Garrido

Carmen María

“Sea como sea, pero que aparezca mi hijo”

Carmen González de Vargas tiene a su hijo Javier Antonio (27 años) desaparecido desde 2003.

Mi hijo desapareció hace ocho años y durante todo este tiempo no hemos podido averiguar si está vivo o muerto. Javier dejó tres hijos muy pequeños que ahora estoy criando. Soy el padre y la madre de ellos. Aunque el dolor es muy fuerte, le pido a Dios que me ayude a sobreponerme cada día y a tener fortaleza para ver crecer a mis nietos. Amanece y oscurece y mantengo la esperanza de recibir una buena noticia. Sea como sea, lo más importante es que mi hijo aparezca. Cuando llega la noche y siento ruidos extraños en la casa, me parece que él está llegando. Sigo esperando, aunque a veces me desespero y pienso: “¿Por qué no aparece mi hijo?, ¿qué es lo que está pasando con él?, ¿qué hicieron con él?”. Ya llevo ocho años sin respuesta.

Fotografía: Roberto Mata

Carmen

“Me alimento con lo que Dios me entrega”

Carmen María Sánchez perdió a su hijo Henry Sánchez Moya hace más de 20 años.

Fue un viernes. Aquel día escuché  en la televisión que decían que unos albañiles habían fallecido y sentí algo en el corazón. No dijeron los nombres, pero yo lo sabía. Luego llegó una joven a avisarme, vino mi otro hijo y de pronto se llenó mi casita de gente diciendo todo tipo de cosas sobre lo que había pasado. Henry prestaba servicio militar y también era albañil. Era un muchacho entusiasta, alegre, muy enamorado: por cualquier lado le salía una novia. Él no hacía nada sin consultarlo conmigo. Todavía no entiendo lo que pasó. Dios es el que me ayuda a resignarme, me alimento con lo que Él me entrega.

Fotografía: Luis Brito

Cándida

“Me he aferrado a mi nieto para seguir viviendo”

Cándida Antonia Villabona perdió a sus hijos Jesús Antonio (17 años) y Richard Alberto (21 años), en 2004 y 2006.

Parí cinco hijos y me quedan tres. Richard me dejó un bebé, que también lo llamamos Richard. Mi nieto es mi único consuelo, es igualito a mi hijo, es lo que me quedó de él. De mi otro hijo, Jesús Antonio, en cambio, no me quedó nada. Me he aferrado a mi nieto para seguir viviendo. Siempre hablo con él y le digo que estudie, que se porte bien para que sea algo mejor de lo que fue su papá. Lamentablemente los perdí y no puedo hacer nada para recuperarlos. Cuando mi nieto se va a la escuela siempre le digo: “Pídale la bendición a su papá, dígale que lo cuide y que lo ayude”.

Fotografía: Roberto Mata